Domingo 16 de junio de 2024
Opinión

¡Ay corazón! (Josué Carrillo)

Sin ninguna razón, causa o propósito he dejado dos hábitos: 1. Fumar 2. Escuchar música con la corneta full volumen…

¡Ay corazón! (Josué Carrillo)
Facebook Twitter Whatsapp Telegram

Sin ninguna razón, causa o propósito he dejado dos hábitos:

1. Fumar

2. Escuchar música con la corneta full volumen

Comienzo por aquí porque de las tandas oyendo canciones viejas, casi siempre acompañado de mi amigo Albertico Morán, no faltaban los temas de Omar Geles (DEP) y una canción que repetía y repetía Corazón maravilloso de Raphael compuesta por Alejandro Vezzani y Roberto Livi para el álbum del mismo título en 1989.

Con el corazón me he llevado bien, a pesar de un susto que pude superar gracias a los doctores de la Sagrada Familia, especialmente Dr. César Perozo Wong, quien me reparó como a Pinocho dejándome un corazón de fantasía.

Dicen que las enfermedades cardíacas tienen un altísimo efecto hereditario; en los Carrillo no heredamos los "ataques al corazón" o las muertes por "paros", pero sí el miedo a morirnos de un infarto.

Mi abuelo, Jesús Ángel Aparicio Ortega, padre de mi padre, pasaba de 80 años y no podía estar si no tenía las "goticas de valeriana" a la vista. Ya lleno de años, una mañana se alistó, se puso bonito y en la siesta de las 2 de la tarde se durmió para no despertar jamás.

En mi caso es igual. Temo a los infartos, dicen que "el picao de culebra con un vejuco se asusta"; eso pasa conmigo, aparte de que soy un hipocondriaco irremediable. Los cólícos suben al pecho, cuando cruzan al lado izquierdo, son el peor tormento. No puedo leer artículos médicos porque, de inmediato, siento los síntomas, aunque de verdad, lo más fuerte a lo que debo enfrentarme es cuando me entero de alguien conocido que haya pasado a la otra vida o, como dicen ahora, haya volado, tal vez, demasiado alto, puedo andar preocupado, creyendo estar cerquitica de que se me pare el reloj por semanas.

El miedo a los infartos es terrible. Hay muertes más lentas que dan tiempo a despedidas, a ordenar las cosas, pensar en un mensaje final, dar el último de los consejos, poner en claro las deudas, escribir, a lo mejor un poema. El precio de ese tiempo es alto: las dolencias y las convalecencias.

Omar Geles tuvo un aviso al que no puso atención y, mucho menos los médicos que lo vieron. Es atrevido decirlo, pero, al Dr. César Perozo Wong no se le muere así como así.

Verlo en ese video conversando de lo más feliz en la canche de tenis donde cayó derribado sin fuerzas para vivir es doloroso.

Tengo un corazón al que le canto:

Maravilloso corazón, maravilloso,
no dejes nunca de soñar, yo te lo pido,
ni dejes nunca de sentir las emociones,
si es de emociones que los dos hemos vivido.

Josué Carrillo

Temas:

Noticias Relacionadas